And Yet / Charla Teatral
Theatre tech has come a long way since I started working in theatre in the 1980s. Because we’ve just moved our current show Rapunzel Alone, to and from the beautiful Wallis in Beverly Hills, I’ve sat through more tech rehearsals in the last 6 weeks than I can remember. And what strikes me most is how much has changed in theatre tech over the past few decades.
In the ’80s we used reel-to-reel tape decks for playing sound cues. Every show felt like Mission Impossible. And later cassette tapes came along, which meant you could record your own sound cues. We’d line up individual cassette tapes, each with a single sound effect on them. You might have 30 or 40 tapes lined up, with the clear leader tape cued up to the pad. When CDs came along it was if the theatre gods had sent us a gift. Audio that we could record and play back with ease and speed. We could even record all of the sound cues on one CD. Eureka! Today we have multiple old CD players stacked up in the back of our booth, relics of their time. Of course today all sound is digital.
Lighting has changed enormously in recent years. The lights that hang in our lighting grid today were 30 years-old when we bought them in the ‘90s, used. They are now over 50 years old. They are the workhorses of the industry. Simple durable lighting instruments that will live longer than you. But today, LED lights rule the world and the stage. They use a fraction of the electricity of the old pars, fresnels and ellipsoidal and they don’t need gels or lamp replacements. You won’t burn your hand on them either. The new lights are far more economical and practical than the heavy old lights of yesteryear. And we used real lighting boards to run all the lighting cues back in the day too, manually setting each cue with the sliders, one cue at a time. Today all the lighting cues are programmed and run by computer so they fade with precision every time.
Imagery on stage has changed immensely too. Decades ago we used overhead projectors and slide projectors. If a slide got stuck in the carousel, as happened frequently, you were just screwed. You felt so lucky when you had a dissolve-unit so that you could fade between two slide projectors with some elegance. But today video is everywhere; even on your phone. We all make our own videos on our phones now. Video projectors are affordable and getting brighter and clearer every day. And there are so many ways to design and edit video today. Video has come a long, long way.
All this technology has changed how much we can do in theatre. Our show, ICE, had over 2,000 video, lighting, and sound cues in just 63 minutes. Our current show, Rapunzel Alone, has over 4,000 cues. This much imagery, this many lighting and audio cues would never have been possible with 1985 technology. But today there is Qlab, the excel of theatre computer programs. It blends cues together and runs them beautifully every time with just the push of a button. Unless there’s a power outage or your Qlab computer crashes. And then you’re right back where you were with the slide stuck in the slide projectors.
Large theatres today are experimenting with Virtual Reality and Augmented Reality onstage. They have the most powerful video projectors and the state of the art lighting and sound systems. At no time in the theatre’s 2500-year history has it ever been better equipped technically.
And yet, it all means nothing if the audience is not moved. Moved to laugh or to cry or to be angry. Moved to think and feel. It’s not usually the tech that moves an audience. It’s usually the people; the characters, the way the actors portray the characters. Audiences love the fancy flourishes of tech, but you’re in big trouble if they are more fixated on fancy effects rather than on the story you’re telling them. Theatre is not film. It’s not a video game. Although people may now crave lavish high tech theatre, the art form is really about the telling of human stories, onstage, by other humans. Human to human. And those humans are the secret ingredient that makes live theatre so delicious. Tech matters in theatre. But it must support the human storytelling, not replace it. Because the stage is an exclusively human habitat.
Now if only they could invent a human actor who could perform a perfect show every time, with just the push of a button.
La tecnología teatral ha recorrido un largo camino desde que comencé a trabajar en teatro en la década de 1980. Debido a que acabamos de trasladar nuestra nueva obra Rapunzel Alone, hacia y desde el hermoso Teatro Wallis en Beverly Hills, he asistido a más ensayos técnicos en las últimas 6 semanas de los que puedo recordar. Y lo que más me sorprende es cuánto ha cambiado la tecnología teatral en las últimas décadas.
En los años 80, usábamos reproductores de cinta de carrete a carrete para reproducir señales de sonido y, más tarde, casetes. Alineábamos casetes individuales, cada uno con un solo efecto de sonido. Tú podías tener 30 o 40 casetes alineados, con la cinta lista en el cue. Cuando apareció el CD, fue como si los dioses del teatro nos hubieran enviado un regalo. Audio que podíamos grabar y reproducir con facilidad y rapidez. Incluso podíamos grabar todos los cues de sonido en un CD. ¡Eureka! Hoy tenemos varios reproductores de CD antiguos apilados en la parte trasera de nuestra cabina, reliquias de su tiempo. Por supuesto, hoy en día todo el sonido es digital.
La iluminación ha cambiado enormemente en los últimos años. Las luces que cuelgan en nuestra parrilla de iluminación hoy en día tenían 30 años cuando las compramos en los años 90, usadas. Ahora tienen más de 50 años. Son los caballos de batalla de la industria. Instrumentos de iluminación simples y duraderos que vivirán más que usted. Pero hoy, las luces LED gobiernan el mundo y el escenario. Usan una fracción de la electricidad de los viejos pares, fresneles y elipsoidales y no necesitan gelatinas ni reemplazos de lámparas. Tampoco te quemarás la mano con ellos. Las nuevas luces son mucho más económicas y prácticas que las viejas y pesadas luces de antaño. Y también utilizábamos tableros de iluminación para ejecutar todos los cues de iluminación en el día, configurando manualmente cada señal con los controles deslizables, un cue a la vez. Hoy en día, todos los cues de iluminación están programados y ejecutados por computadora para que se difuminen con precisión cada vez que lo necesites.
Las imágenes en el escenario también han cambiado enormemente. Hace décadas usábamos retroproyectores y proyectores de diapositivas. Si una diapositiva se atoraba en el carrusel, como sucedía con frecuencia, simplemente estabas perdido. Te sentiste muy afortunado cuando tuviste una unidad de disolución para poder difuminar entre dos proyectores de diapositivas con cierta elegancia. Pero hoy el video está en todas partes; incluso en tu teléfono. Todos hacemos nuestros propios videos en nuestros teléfonos ahora. Los proyectores de video son accesibles y cada día son más brillantes y claros. Y hay tantas maneras de diseñar y editar videos hoy en día. El video ha recorrido un largo camino.
Toda esta tecnología ha cambiado lo mucho que podemos hacer en el teatro. Nuestro programa, ICE, tenía más de 2000 cues de video, iluminación y sonido. Nuestro programa actual, Rapunzel Alone, tiene más de 4000. Tantas imágenes, tantas señales de iluminación y audio nunca habrían sido posibles con la tecnología de 1985. Pero hoy existe Qlab, la excelencia de los programas informáticos de teatro. Combina cues y los ejecuta maravillosamente cada vez con sólo presionar un botón. A menos que haya un corte de energía o que Qlab falle en su computadora.
Los grandes teatros de hoy están experimentando con la Realidad Virtual y la Realidad Aumentada en el escenario. Cuentan con los videoproyectores más potentes y los más modernos sistemas de iluminación y sonido. En ningún momento de los 2500 años de historia del teatro habían estado mejor equipado técnicamente.
Y sin embargo, todo esto no significa nada si la audiencia no se conmueve. Hacerte reír, llorar o enfadar. Hacerte pensar y sentir. Por lo general, no es la tecnología lo que mueve a una audiencia. Suele ser la gente; los personajes, la forma en que los actores interpretan a los personajes. Sólo los diseñadores de teatro lloran por una señal de luz o video perfecta. A las audiencias les encantan las florituras sofisticadas de la tecnología, pero estás en un gran problema si estás más obsesionado con los sofisticados equipos que con la historia que te están contando. El teatro no es cine. No es un videojuego. Aunque ahora la gente puede anhelar el lujoso teatro de alta tecnología, este arte trata realmente de contar historias humanas en el escenario por otros humanos. Humano a humano. Y esos humanos son el ingrediente secreto que hace que el teatro sea tan delicioso.
Si tan sólo pudieran inventar un actor que pudiera realizar una función perfecta con sólo presionar un botón.