Come Together, Right Now! / ¡Unámonos ahora!

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By Jay McAdams

The recent eclipse was magical. Even if you weren’t in the path of totality, even if you were just watching through a pinhole in a cereal box, it was humbling to see firsthand the workings of the solar system. It was an affirmation of science. It was proof of the bigger mysteries of our existence. It demonstrated undeniable certainty. It was a fresh dose of perspective for we humans, a message from the universe to get over our narcissistic little selves. But for me the best part of it was that we all experienced it together, and that brought us closer for the first time in many moons. Nobody was denying that an eclipse was taking place, or questioning the moon’s motivation. For a few minutes, the eclipse melted away the tribalism that has been dividing us for the last year. And because it happened in real time, in very specific real time, it forced us to be on the same page for a few cherished minutes. And what came was joy, applause, sharing, laughter, ooohs and aaaahs. It really made me realize how much I miss collective experiences.

With today’s on-demand lifestyle, we’re just not on the same page anymore. We’re all on our own time now, listening to our own playlists on the train, binge-watching TV shows when we want, not when it’s broadcast. And while this is convenient and empowering, it is also dividing us. Even if you’re excited about a great piece of entertainment, it’s hard to talk about Breaking Bad to someone who is only in season 1, when you want to talk about how it ended. When I was a kid a half century ago, the world seemed to keep its own time and you had to be on that same clock. I remember many events where the whole world stopped and came together. Some of them were serious events, like the day John Lennon died or the Watergate hearings. But people naturally come together in moments of tragedy, as we’re seeing this week with the catastrophic Hurricane Harvey. So celebratory events almost need a collective audience even more than moments of crisis. The Oscars used to be shared live by almost every American, and because of that it meant far more than it does today. Even the Jerry Lewis Labor Day Telethon was a big annual event a few decades ago and was shared live by most people. The Apollo space missions were a shared experience. I remember sitting on the floor in front of the TV watching the moon landing with a plastic coffee mug full of dry Froot Loops, while my mom sat at the kitchen table talking with our next door neighbor, Betty Patterson. I remember Walter Cronkite and the other anchors being so impressed with what mankind had accomplished. Even as a tiny child, I remember understanding the historical relevance of the event and feeling proud of us, of all of us. Even at four years old, I got that shared moment in history. It was a big deal, and we all shared it together and that had an impact on how we dealt with our neighbors.

For at least a decade, we in the theatre field have been desperately trying to stay relevant as technological advances have been rapidly changing how people live and making it even harder for live theatres to survive.  I’ve always understood viscerally that the LIVE part is the most exciting and magical part of the theatre. What makes theatre so special isn’t that people are acting out stories, it’s that we’re doing it LIVE in front of you, and that anything can go wrong at any moment. It’s that the audience in live theatre is actually part of the whole experience and, in fact, dictates how the show plays by how they react, unlike at the movies. The danger that exists in performing live for an audience is the aspect of the theatre that drew me in the very first time I saw a play, in college. So while I’ve always believed in the power of that collective experience, I had forgotten the power of being on the same page at the same time, until the eclipse. The value of people coming together for human interaction and shared experience had become more of a “butts-in-seats” slogan to me over the past few years than a reality. At times I have even doubted that collective experiences could ever rival Netflix. But the eclipse grabbed me by the collar and shook me, making it crystal clear that shared experiences matter, now more than ever before. When we are divided, like now, and we can look up to the heavens for guidance, and actually see it with our own eyes (with the help of special glasses that we had the presence of mind to buy online before even Amazon, with their huge warehouses full of stuff, ran out), that brings us together.

The eclipse made me internalize the power of sharing with my fellow man. It made me crave more togetherness. It renewed my excitement for my 2500-year old art form and reminded me why it still matters in 2017. It gave me new hope that live theatre will be part of the solution in bringing us back together because it helps us unite around the things we share. Like the eclipse, it gives us the opportunity to come together to celebrate humanity. In some ways live theatre is even better than an eclipse, because if you’re a procrastinator like me, you don’t need special glasses to see the magic of it.  

 

 

 

Por Jay McAdams

El eclipse reciente fue mágico. Incluso si no estuvieras en el lugar donde podías verlo en su totalidad, incluso si lo estuvieras observando a través de un agujero de alfiler en una caja de cereales, eso era ver humildemente en tiempo real el funcionamiento del sistema solar. Eso era una afirmación de la ciencia. Era la prueba de los grandes misterios de nuestra existencia, demostrando una certeza innegable. Era una nueva dosis de perspectiva para los seres humanos, un mensaje del universo para superar nuestro "pequeño yo narcisista". Pero para mí la mejor parte de esto fue que todos lo experimentamos juntos, y eso nos unió por primera vez en muchas lunas. Nadie negaba que se estaba produciendo un eclipse o cuestionaba la motivación de la luna. Durante unos minutos, el eclipse derritió el tribalismo que nos ha estado dividiendo durante el último año. Y porque sucedió en tiempo real, en tiempo real muy específico, nos obligó a estar en la misma página durante unos codiciados minutos. Y lo que nos trajo fue alegría, aplausos, compartir, risas, ooohs y aaaahs. Realmente me hizo darme cuenta de cuánto extraño las experiencias colectivas.

Con el estilo de vida al estilo de hoy, ya no estamos en la misma página. Ahora estamos todos en nuestro propio tiempo, escuchando nuestras propias listas de reproducción en el tren, viendo programas de televisión cuando queremos, no cuando se emite. Y mientras esto es conveniente y nos hacer sentir poderosos, también nos está dividiendo. Incluso si estás entusiasmado con un gran programa de entretenimiento, es difícil hablar de "Breaking Bad" a alguien que sólo está en la temporada 1, cuando quieres hablar de cómo terminó. Cuando yo era un niño hace medio siglo, el mundo parecía tener su propio tiempo y nosotros teníamos que estar en el mismo reloj. Recuerdo muchos eventos en los que el mundo entero se detuvo y se unió. Algunos de ellos eran eventos serios, como el día en que John Lennon murió o las audiencias de Watergate. Pero la gente naturalmente se une en momentos de tragedia, como lo estamos viendo esta semana con el catastrófico huracán Harvey. Así que los eventos de celebración casi necesitan una audiencia colectiva aún más que en momentos de crisis. Los Oscar solían ser compartidos en vivo por casi todos los estadounidenses, y por eso significaba mucho más de lo que lo significa hoy. Incluso el Teletón del Día del Trabajo de Jerry Lewis fue un gran evento anual hace unas décadas y fue compartido en vivo por la mayoría de la gente. Las misiones espaciales de Apolo fueron una experiencia compartida. Recuerdo que estaba sentado en el piso delante de la televisión viendo el aterrizaje en la luna con una taza de café de plástico llena de "Frutilupis", mientras mi mamá estaba sentaba en la mesa de la cocina hablando con nuestra vecina, Betty Patterson. Recuerdo que Walter Cronkite y los otros comentaristas estaban tan impresionados con lo que la humanidad había logrado. Incluso siendo un niño pequeño, recuerdo haber comprendido la importancia histórica del evento y sentirnos orgullosos de nosotros, de todos nosotros. Incluso a los cuatro años de edad, tuve ese momento compartido en la historia. Fue un gran acontecimiento, y todos lo compartimos juntos y eso tuvo un impacto en cómo nos llevamos con nuestros vecinos.

Por lo menos por una década, nosotros hemos intentado desesperadamente en el campo del teatro permanecer relevantes mientras que los adelantos tecnológicos han estado cambiando rápidamente cómo vive la gente, lo que hace aún más difícil para que los teatros vivos sobrevivan. Siempre he entendido visceralmente que lo VIVO es lo más excitante y mágico del teatro. Lo que hace que el teatro sea tan especial no es que la gente esté interpretando historias, sino que lo estamos haciendo en VIVO delante de usted, y que cualquier cosa puede salir mal en cualquier momento. Por ese hecho la audiencia en el teatro es en realidad parte de toda la experiencia y de hecho, dicta cómo el espectáculo se desarrolla por la forma en que reaccionan, a diferencia de las películas. Ese peligro que existe en la actuación en vivo para una audiencia, es el aspecto del teatro que me atrajo la primera vez que vi una obra de teatro en la universidad. Así que, aunque siempre he creído en el poder de esa experiencia colectiva, había olvidado el poder de estar en la misma página al mismo tiempo, hasta ahora que me lo recordó de nuevo el eclipse. En los últimos años, el valor de las personas que se unen para la interacción humana y la experiencia compartida en realidad se habían convertido para mí en solo un eslogan de "sentaderas en las butacas". A veces incluso, he dudado de que las experiencias colectivas podrían nunca rivalizar con Netflix. Pero el eclipse me agarró por el cuello y me sacudió, dejando claro que las experiencias compartidas son importantes, ahora más que nunca. Cuando estamos divididos, como ahora, basta mirar hacia arriba, a los cielos por orientación y realmente verlo con nuestros propios ojos (con la ayuda de gafas especiales que teníamos en mente para comprar en línea, incluso antes de que Amazon, con su enormes almacenes llenos de cosas, se acabaran) para estar unidos.

El eclipse me hizo internalizar el poder de compartir con mis semejantes. Me hizo anhelar más la unión. Renové mi entusiasmo por mi arte de 2500 años y me recordó por qué todavía es importante en el 2017. Me dio nueva esperanza de que el teatro será parte de la solución en volver a reunirnos porque nos ayuda a unirnos alrededor de las cosas que compartimos. Como el eclipse, que nos da la oportunidad de unirnos para celebrar la humanidad. De alguna manera el teatro es incluso, mejor que un eclipse, porque si eres como yo, que te gusta procrastinar, no necesitas lentes especiales para ver su magia.