Every Little Bit by Jay McAdams

24/Seven Update

24th STreet Theatre News

Semana Santa/Easter Week, 2014

Every Little Bit

by Jay McAdams

This was originally written for our newsletter, where we share the many stories that come through our carriage doors.

Every time I travel to El Salvador for international cultural exchange work, I have a life changing experience. I am always overwhelmed by the graciousness of the Salvadoran people. I always make new friends and deepen the friendships I have made on previous trips. And I am always aware of the importance of what we’re doing there, because it is very evident that the people we meet are so grateful for the workshops we teach and the art that we perform for them.
In spite of this joy, I always come back home conflicted, feeling guilty that I can’t do more to relieve these beautiful people from the blinding poverty that oppresses them. As a middle-class American, the level of poverty there is utterly shocking every time I see it. I stumbled into the cathedral in downtown San Salvador last week overcome by emotion because of the crushing poverty just outside the doors. Grim faced children were hauling plantains in wheelbarrows, working to help make a living. People with no legs hobbled on make-shift crutches like characters from Les Misérables. In the marketplace a vendor grabbed my arm and yanked me toward her stall to get me to buy something. I could feel the desperation in her hand. How could I, in good conscience, haggle over a dollar when I make more than 30 times her annual salary? In El Salvador, I realized, I am the 1%.
What comforted me was when a man at one of the workshops we taught for an NGO (non-governmental organization) remembered us from a previous class we taught some years ago in Santa Ana, a city a couple of hours from San Salvador. I felt equally happy when one of our former students from El Salvador’s youth symphony came to see our performance of La Razón Blindada. She thanked me for staying in touch with her on Facebook, and I told her I was proud of her for studying to become an elementary school music teacher. The next day she sent me a note thanking me for the encouragement. The comfort I take from these trips is simply in the knowledge that we do seem to be creating a footprint, however tiny, with our cultural exchange work in Central America. And while no individual theatre guy from LA can cure the poverty in any third world country, it’s clear to me that every little bit helps. Every little bit, no matter how little. Because if everyone did just a little, it would add up to a lot.

See photos from 24th STreet’s latest cultural exchange trip to El Salvador on Facebook. Special Thanks to LA’s Department of Cultural Affairs for sponsoring this cultural exchange international project.

Cada pedacito cuenta por Jay McAdams
Cada vez que viajo a El Salvador a trabajar en nuestro intercambio cultural internacional, tengo una experiencia que me cambia la vida. Siempre estoy impresionado por la amabilidad del pueblo salvadoreño. Siempre hago nuevos amigos y profundizo en las amistades que he hecho en viajes anteriores. Y siempre estoy consciente de la importancia de lo que estamos haciendo allí, ya que es muy evidente que las personas que conocemos son tan agradecidos por los talleres que impartimos y por el arte que les llevamos. A pesar de esta alegría, siempre vuelvo a casa en conflicto con un sentimiento de culpabilidad porque no puedo hacer más para aliviar a esta gente hermosa de la pobreza cegadora que los oprime. Como clase media estadounidense, el nivel de pobreza no me es totalmente sorprendente cada vez que lo veo. Aún así, la semana pasada entré conmovido en la catedral, en el centro de San Salvador, movido por la emoción debido a la pobreza aplastante a las afueras de sus puertas. Niños de rostros duros, trabajando para sobrevivir, trasportando plátanos en carretillas. Gente sin piernas cojeando sobre muletas improvisadas, como los personajes de Los Miserables. En el mercado, una vendedora me agarró del brazo y tiró de mí hacia su puesto para que le comprara algo. Podía sentir la desesperación en su mano. Otra vendedora pensó que yo era un cliente fácil cuando me negué a negociar y simplemente le pagué el precio que pedía por los tres vasitos que le compré. ¿Cómo podía, concientemente, regatear un dólar cuando hago más de 30 veces su salario anual? En El Salvador, me di cuenta que yo soy el 1%. Lo que me consoló fue cuando un hombre en uno de los talleres que dimos para una organización no gubernamental ( ONG), dijo que había estado en un taller que habíamos dado hace unos años en Santa Ana, una ciudad a un par de horas de San Salvador. Me sentí igual de feliz cuando uno de nuestros ex alumnos de la sinfónica juvenil de El Salvador vino a ver una función de La Razón Blindada. Ella me dio las gracias por estar en contacto con ella en Facebook, y yo le dije que estaba orgulloso de ella por seguir estudiando para llegar a ser un profesor de música de la escuela primaria. Al día siguiente me envió una nota dándome las gracias por motivarla. La satisfacción que me llevo de estos viajes es simplemente el saber que nosotros estamos dejando una huella, aunque sea muy pequeña, con nuestro trabajo de intercambio cultural en América Central. Y aunque ningún hombre de teatro de LA, por si solo puede curar la pobreza en cualquier país del tercer mundo, es claro para mí que toda ayuda, por muy pequeña que sea, cuenta. Y si todo el mundo ayudara un poquito, sería mucho.

Ver fotos del último viaje del intercambio cultural del Teatro 24 a El Salvador en Facebook. Un agradecimiento especial al Departamento de Asuntos Culturales de Los Ángeles por el patrocinio de este proyecto internacional de intercambio cultural.

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