Why We Stay / Por Qué Nos Quedamos

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This essay was written by our Marketing Assistant Nathaly Macias, a junior studying Business Administration at the USC Marshall School of Business.

I hated college.

Two weeks into freshman year, while living out what just two weeks earlier had been my dream, I couldn’t stop thinking, I hate it here. Imposter syndrome was setting in. I missed the comfort of being home, of my family, of the South Side of Chicago. And now, sitting in a dorm that represented everything I wasn’t, I hated college.

So, I planned to cut my time in college short and graduate in three years. I trudged along. I had applied for a marketing assistant work-study job and now had an interview at a place that, to my unfamiliarized self, felt to be in another part of town -- despite only being one mile away. I took a $10 Lyft, passing by the USC-owned apartment buildings, past the off-campus residential life I still knew nothing about, down a street with a corner store touting signage in Spanish, and finally got to 24th STreet Theatre.  

So, I still hated college, but at least I was now surrounded by the two things that had always been a constant in my life: theatre, and other brown people. 

Sometime in late September, in the midst of planning for the fast-approaching Día de los Muertos festival, once I had finally learned the names and faces of the students that reminded me of myself in my middle school drama program in a “not-so-good” neighborhood in Chicago, and after becoming accustomed to the warmth in the 24th STreet custom of offering anybody that walked in through our big green doors coffee, a soda, or just a place to be, I finally felt content. 

On the back of a spare sheet of paper, I scribbled down a poem entitled “why we stay”, an expressive written contract with myself to stick it out for four years instead of three. The reasons? 

Listening to the stories of moms asking us to help them talk to the daughters that were shutting them out. Getting excited to hear about the mentors’ college plans and their big achievements. Celebrating birthdays of coworkers with surprises and tiramisu. Reading thank you notes from elementary school students, an evident passion for theatre having been born from our field trip programs. Trying my first pupusa brought to me by one of the members of our community that always makes sure to motivate me whenever she sees me. 

I want to stay because I see myself in all of these small interactions that make my college experience so much more enriching, because they remind me of where I come from and the reason I’m here. 

Now, I miss my twice-a-week walks down Hoover Street to the theatre and back, during which I call my mom against the ambient sounds of people playing basketball at the Rec Center and the paletero’s bell chimes. The North University Park community gave me a reason to finally love where I was. This fall, I’ll be starting my third year at USC, and even though things are a little different right now, I’m excited for the next two years.

And I can’t wait until the day we open our big carriage doors again. 

Este ensayo fue escrito por nuestra Asistente de Marketing Nathaly Macias, una estudiante de tercer año en el programa de Administración de Negocios en el USC Marshall School of Business.

Odiaba la universidad. 

Eran dos semanas desde que había entrado a mi primer año en la universidad, y estaba viviendo lo que dos semanas antes había sido mi sueño, pero no podía para de pensar, odio esto. Me estaba pegando el síndrome de impostor. Extrañaba la comodidad de mi hogar, de mi familia, de mi barrio en el sur de Chicago. Y ahora, sentada en un dormitorio que representaba todo lo que no era, odiaba la universidad.

Así que, planeé acortar mi tiempo en la universidad y graduarme en tres años en vez de los cuatro. Había aplicado a un trabajo de asistente de marketing y ahora tenía una entrevista en un lugar que, todavía no estando familiarizada con el área, se sentía que estaba en otra parte de la ciudad -- aunque solo estaba a una milla de distancia.  Tome un Lyft que costó $10, pasando por los apartamentos de USC, más allá de la vida residencial fuera del campo, bajando por una calle con una tiendita de esquina que tenía letreros en español, y finalmente llegue a 24th STreet Theatre.  

Entonces, todavía odiaba la universidad, pero al menos ahora estaba rodeada por las dos cosas que siempre habían sido constantes en mi vida: el teatro, y mi gente. 

Un día en los fines de septiembre, en medio de estar planeando para el festival del Día de los Muertos que rápido se aproximaba, ya que me había aprendido los nombres de los estudiantes que me recordaban de mi misma cuando estaba en un programa de drama en una escuela en un barrio “no-tan-bueno” en Chicago, y después de acostumbrarme al afecto de la costumbre de Teatro 24 de ofrecerle a cualquier persona que entra por nuestras grandes puertas verdes un café, un soda, o simplemente un lugar donde estar, finalmente me sentí contenta. 

Detrás de una hoja de papel, rápidamente escribí un poema titulado “porque nos quedamos”, un contrato expresivo con mi misma para quedarme por cuatro años en vez de tres. Las razones? 

Escuchando las historias de madres preguntándonos que les ayudemos a hablar con sus hijas que ya no les hablan. Entusiasmándome cuando los mentores nos cuentan sobre sus planes para el colegio y sus grandes logros. Celebrando los cumpleaños de mis compañeros de trabajo con sorpresas y tiramisú. Leyendo notas de agradecimiento de estudiantes de primaria, una pasión para el teatro habiendo nacido de nuestro programa de paseos. Probando mi primera pupusa que me trajo una de las miembras de la comunidad que siempre se asegura de motivarme cuando me ve.

Me quiero quedar porque me veo en todas estas pequeñas interacciones que hacen mi experiencia de la universidad mucho más enriquecida, porque me recuerdan de dónde vine y las razones por las cuales estoy aquí.  

Ahora, extraño mis paseos de dos-veces-a-la-semana por la calle Hoover al teatro y después a mi casa, durante el cual llamo a mi mama, con el sonido ambiente de los adolescentes jugando basketbol en el Centro de Recreación y las campanas del paletero. La comunidad de North University Park me dio una razón para finalmente amar la universidad. Este otoño, comenzaré mi tercer año en USC, y aunque las cosas son un poquito diferentes ahorita, estoy entusiasmada para los siguientes dos años. 

Y no puedo esperar el día que abramos nuestras grandes puertas verdes de nuevo. 

24thStreet Marketing