Kobe (Versión Español)
En honor de Kobe Bryant, nuestro Director de Teatro Latino, Jesus Castaños-Chima, y nuestro Director Ejecutivo, Jay McAdams, ambos escribieron sobre sus sentimientos con respecto a la noticia de la muerte de Kobe, ofreciendo dos perspectivas diferentes sobre la vida y el legado de el gigante de los Lakers.
por Jesús Castaños-Chima
Querido Kobe,
Tu partida me ha dejado muy triste y me resulta difícil expresarlo por eso antes de que se dispersen las palabras intento atrapar algunas para tejerlas con hilos de oro y agradecerte el haber sido una parte importante de mi historia acá en Los Ángeles y haber hecho más llevadera mi lucha por la supervivencia. Todavía recuerdo la emoción de aquel día en que te vi jugar por primera vez con tus gloriosos Lakers de Los Ángeles en el Forum de Inglewood junto a Armando y Edwin, mis amigos de siempre desde que llegué a Los Estados Unidos y quienes seguro compartirán esta oquedad en el pecho que provoca ahora tu ausencia. Eras apenas un jovencito flaco de 18 años con tu pelo estilo afro que te distinguía. Todo el mundo hablaba de tus extraordinarias habilidades que parecían de un ser venido de otra galaxia y de las maravillas que de ti se esperaban. Tiempo después, en alguna ocasión fui a verte al Staples Center, la cancha donde abriste las alas y donde libraste aquellas épicas batalles que te dieron gloria.
Debo decir que la mayoría de esas incontables veces que gocé de tu juego, fue por televisión, ya fuera en mi departamento acostado en mi cama, o sentado en el gran sillón café en casa de mi amigo Armando, o en algún bar acompañado de Raquel, mi novia con la que seguido nos escapábamos al barcito The Shack de Marina del Rey a disfrutar de tu juego. Me emocioné y grité como niño en cada uno de los campeonatos que nos regalaste; vibré con tu espectacular vuelo y salvajes clavadas. Te admiré siempre por tu integridad y disciplina y por tu entereza y madurez para enmendar el camino equivocado; por tu espíritu ganador y tu amor y respeto por el basketball; por la elegancia de tu estilo único y extraordinario para jugar este maravilloso deporte al que le diste y te dio todo. Orgulloso me ponía la playera amarilla y púrpura y junto con Raquel nos íbamos siempre a vitorearte en los desfiles después de cada uno de los campeonatos que ibas conquistando para nosotros. Además me llenó de satisfacción saber que un día estuviste con tus hijas presenciando una función de una obra de nuestra compañía del Teatro 24 que presentamos en Costa Mesa y me pesó mucho no haberte visto para saludarte y agradecerles el habernos honrado con su presencia.
Ahora veo como esa burbuja transparente con esta parte de mi historia adentro contenida, te acompaña junto a Gigi por ese otro oscuro túnel que ahora cruzas y del que saldrás seguramente victorioso para abrir tus alas y emprender de nuevo tu vuelo refulgente para enamorar y entretener con tu magia a otras galaxias estremeciéndolos como siempre con tus acostumbrados y electrizantes últimos cinco segundos: 5, 4, 3, 2, 1! ¡Buen viaje, querido Kobe y Gigi! Gracias por la visita.
por Jay McAdams
No soy fanático de los deportes. Pero últimamente lo he querido ser. Rechacé ser un fanático de los deportes la mayor parte de mi vida, porque crecí en un lugar donde el deporte significaba todo para todos. Y eso siempre me pareció un poco loco. Entonces, aunque me encanta practicar deportes, me resistí intencionalmente a convertirme en un apasionado fanático de los deportes debido a esta sobre adoración cultural de los deportes que presencié mientras crecía. Aun así, cuando escuché la noticia de la muerte de Kobe Bryant, jadeé tan fuerte como Jack Nicholson debe haberlo hecho. No una, no dos, sino tres veces. Estaba completamente boquiabierto. Al igual que todos los fanáticos ávidos de los Lakers, seguí diciendo "¡Oh Dios mío! ¡Oh, Dios mío!” Una y otra vez.
Tiene mucho sentido que los fanáticos de los deportes estuvieran tan abrumados por el dolor. Si veían a Kobe como un modelo a seguir, entonces, por supuesto, era normal que estuvieran desconsolados. Pero yo no. Así que me sorprendió lo mucho que me conmovió su muerte, un fanático de los deportes que realmente no sabía mucho sobre Kobe. Hasta su muerte, no sabía nada de su trabajo filantrópico con la Fundación Mamba, ni siquiera los detalles específicos de su carrera en el baloncesto. Entonces, ¿por qué reaccioné tan fuertemente ya que no soy realmente un fanático de los Lakers o incluso un fanático del juego? ¿Por qué me conmovió hasta las lágrimas el tributo de los Grammys a Bryant solo unas horas después?
Ciertamente, el accidente del helicóptero fue una tragedia, y el hecho de que murieran niños lo hizo aún más trágico, y su juventud lo hizo aún peor. Entonces sí, había mucho de qué estar triste, incluso para los que no somos fanáticos de los deportes. Pero esto fue más grande que solo un trágico accidente. Este fue un momento nacional, un momento cultural que nos recuerda la explosión del transbordador espacial, cuando nuestro dolor colectivo superó nuestras diferencias y todo lo demás retrocedió un poco en el fondo. Esto se sintió enormemente, como la muerte de la princesa Diana, que se apoderó de todos en todas partes. Y no tenías que ser un observador real para que te importara. A todos nos importó.
Ha pasado tanto tiempo desde que los estadounidenses se hayan preocupado por lo mismo al mismo tiempo. Hemos pasado los últimos 3 años enfrentados entre nosotros por nuestro propio gobierno. Las familias han sido destrozadas en nuestra amarga división partidista. Se han perdido amigos. Nuestros valores han sido burlados y las normas sociales han sido trituradas. Incluso si no sigues la política, sientes la mayor hostilidad en nuestro país. Anhelamos la paz y la fraternidad como nunca antes. Así que la muerte de Kobe sirvió como una oportunidad muy necesaria para que las personas pusieran todo lo demás en espera y se unieran como seres humanos amorosos.
El tsunami de emoción expresado por los fanáticos de Kobe ha sido tan hermoso y curativo que incluso los que no somos fanáticos deportivos como yo se han sentido atraídos por él como una polilla a la llama. En los días inmediatamente posteriores al accidente, cambié mi ruta a casa desde el trabajo para poder conducir por el centro de Los Ángeles y ver todos los rascacielos iluminados en púrpura y dorado. Sí, conduje intencionalmente por el centro de Los Ángeles en la hora pico. Lo que quería era eso, estar en él. Necesitaba sentir el amor. Seguí un autobús que decía RIP(DEP) KOBE, donde normalmente dice la ruta. Se sintió tan bien estar en la misma página que mis conciudadanos. Se sentía tan bien sentir algo más que ira. Incluso el dolor fue bienvenido. El miércoles, 3 días después del accidente, el nuevo rascacielos más alto del centro cambió el color morado y dorado a la normalidad y retiró el gigante número 24 de la parte superior del edificio y me quedé muy decepcionado. Y no fue porque soy parcial con el número 24, que si lo soy. No, mi decepción fue mucho más primaria. La ola de amor y empatía que sentía era tan necesaria que simplemente no quería que terminara.