Simply Norma / Simplemente Norma
Simply Norma
Normally we wait until people die to write their tributes. In the past tense. But the only thing normal about Norma C. Smith are the first 5 letters of her name. Everything else is original. Norma demands the present tense, now and forever. It is rare that someone is so honest and open and pure that they invite you to share your thoughts about them before they pass. Most of the time with terminally ill friends we dance around the sensitive conversations we really crave, because saying goodbye is just huge and overwhelming. But Norma is that rare human, a gracious southern belle completely comfortable in her own skin. There is no pretense in her and never has been.
Norma sits on her couch with a blanket over her legs and says matter-of-factly, “We’ve been so lucky to have known each other all these years. We’ve laughed so much and shared so many good times.” I choke with emotion at such jagged honesty and can only respond with a lame thumbs up gesture as I look away to catch my breath. It’s not sadness, but rather the sheer beauty of her grace that has overcome me. She’s opened the door to truth, which is the only way Norma knows how to do it. We’re not going to pretend, we’re going to celebrate, not because we can’t bear to dwell on death but because she chooses to savor the deliciousness of every minute.
Norma is a gifted teacher. A real teacher. Of life. Of love. Of art. Her photography students at the Art Center College of Design understand that they are in the room with greatness. Even the effects of cancer have not kept her from teaching her class because it fuels her, as teaching does for those meant to do it.
As a photographer, she is amazing. Her images tell the story. Her artistry is evident in every shot. Her composition is deliberately effortless. Her pictures speak a thousand words. I hand her my phone and ask her to take a photo of anything in the room, knowing that whatever she composes will be a lasting image for me. Even with hands that no longer work the way her brain instructs them, she handles that phone with the certainty of a 35mm and it sounds like a real camera in her expert grip. She takes a stunning shot of her feet, with her husband Dave and his guitar in the background. Exquisite. Artful. And to the point. That’s Norma.
Norma is a huge part of 24th STreet Theatre’s success. In our early days she helped us transform our lobby into a gallery space. She curated many wonderful photo exhibits over several years by acclaimed photographers like Dennis Keeley. Her exhibits gave us credibility and brought excellent art to everyone who passed by our open doors. We exhibited some of Norma’s photos of New Orleans, where she tended bar in the French Quarter back in the day. She lived on Chartres Street when she met David nearly a half century ago. Her New Orleans photos capture perfectly the mystique of this rebellious place. My favorite is her shot of a 1970’s musician carrying his guitar home from a gig in the morning sun as he walks in the empty street past Lafitte’s Blacksmith Shop, where I once saw a real ghost. When I remind her of my ghostly encounter at Lafitte’s she reminds me that there are many ghosts in that rusty old quarter. She knows because she too has seen them.
In addition to lending her talent and reputation to our gallery space, Norma has seen every show we’ve ever done at 24th STreet Theatre and every show Deb and I have created in the decade before 24th STreet. Last year, Deb begged David to bring Norma to our show ICE on their 46th anniversary. We all wept as one of our actors serenaded them in the front row before we opened the house. It was important for Deb to have her muse there, and Norma pushed through the ravages of chemo and showed up for us, as she always has.
Norma is a great many things to a great many people; an artist, a wife, a teacher, a sister, a philosopher, a citizen, a friend, a nurturer, a chef, a gardener, a shaman, a neighbor. And she plays all those roles with the greatest sincerity. With the greatest integrity. No bullshit. Just Norma.
Deb leans into Norma on the couch and they lament that we never traveled to New Orleans together as we had dreamed of. “We never did.”, Norma agrees firmly. “But...”, she says with a smile and a spark in her eyes, “...if you guys take David to Café Du Monde, I will go there with you.” And she means it. And I believe it. We have both seen ghosts in that quarter. It’s something we share. And I believe that one day, Deb and Dave and I will sit there next to the mighty Mississippi with four beignets and four cups of chicory coffee, and Norma will indeed join us there.
Simplemente Norma
Normalmente esperamos hasta que la gente muera para escribir sus atributos. En tiempo pasado. Pero lo único normal en Norma C. Smith son las primeras 5 letras de su nombre. Todo lo demás es original. Norma exige el tiempo presente, ahora y para siempre. Es raro que alguien sea tan honesto, abierto y puro que te invite a compartir tus pensamientos sobre ellos antes de morir. La mayoría de las veces, con amigos con enfermedades terminales, danzamos en torno a las conversaciones delicadas que realmente anhelamos tener, porque despedirnos es algo fuerte y abrumador. Pero Norma es ese raro ser humano, una graciosa sureña completamente cómoda en su propia piel. No hay pretensión en ella y nunca lo ha sido.
Norma se sienta en su sofá con una manta sobre las piernas y dice de manera casual: "Hemos sido muy afortunados de habernos conocido todos estos años. Nos hemos reído mucho y hemos compartido tantos buenos momentos ". Me ahogo con la emoción ante una honestidad tan poco común y solo puedo responder con un gesto del pulgar hacia arriba y miro hacia otro lado para recuperar el aliento. No es la tristeza, sino la belleza pura de su gracia que me ha vencido. Ella abrió la puerta a la verdad, que es la única forma en que Norma sabe cómo hacerlo. No vamos a fingir, vamos a celebrar, no porque no podamos soportar la muerte, sino porque ella elige saborear la delicia de cada minuto.
Norma es una maestra dotada. Una verdadera maestro; de vida, de amor, de arte. Sus estudiantes de fotografía en el Art Center College of Design entienden que están en la sala con alguien que simboliza grandeza. Incluso los efectos del cáncer no le han impedido enseñar en su clase porque eso la alimenta, como lo hace la enseñanza para aquellos que nacen para hacerlo.
Como fotógrafa, ella es increíble. Sus imágenes cuentan la historia. Su arte es evidente en cada “flashazo”. Su composición es deliberadamente sin esfuerzo. Sus imágenes hablan más que mil palabras. Le entrego mi teléfono y le pido que tome una foto de cualquier cosa en la habitación, sabiendo que todo esa composición será una imagen duradera para mí, incluso con manos que ya no funcionan de la forma en que su cerebro las instruye, maneja ese teléfono con la certeza de un 35 mm y suena como una cámara real en su mano experta. Ella toma una impresionante toma de sus pies, con su esposo Dave y su guitarra en el fondo. Exquisita. Ingeniosa. Y al punto. Eso es Norma.
Norma es una gran parte del éxito del Teatro 24 (24th Street Theatre). En nuestros primeros tiempos, ella nos ayudó a transformar nuestro lobby en un espacio de galería. Ella curó muchas exhibiciones de fotos maravillosas durante varios años por fotógrafos aclamados como Dennis Keeley. Sus exposiciones nos dieron credibilidad y trajeron arte excelente a todos los que pasaban por nuestras puertas abiertas. Expusimos algunas de las fotos de Norma de Nueva Orleans, donde ella atendía el bar en el Barrio Francés de esa época. Vivía en la calle Chartres cuando conoció a David hace casi medio siglo. Sus fotos de Nueva Orleans capturan perfectamente la mística de este rebelde lugar. Mi favorita es su foto de un músico de 1970 que lleva su guitarra a casa después de un concierto bajo el sol de la mañana, mientras él camina por la calle vacía y pasa frente a la tienda de herrería de Lafitte, donde una vez vi a un verdadero fantasma. Cuando le recuerdo mi encuentro fantasmal en Lafitte, ella me recuerda que hay muchos fantasmas en ese viejo barrio oxidado. Ella lo sabe porque ella también los ha visto.
Además de prestar su talento y reputación a nuestro espacio en la galería, Norma ha visto todos los espectáculos que hemos realizado en el Teatro 24 y todos los espectáculos que Deb y yo hemos creado en la década anterior al Tetaro 24. El año pasado, Deb le rogó a David que trajera a Norma a nuestro programa ICE en su 46 aniversario. Todos lloramos cuando uno de nuestros actores le diá una serenata en la primera fila antes de que el público entrara. Para Deb era importante tener a su musa allí, y Norma hizo a un lado los estragos de la quimioterapia y se presentó ante nosotros, como siempre lo ha hecho.
Norma es una infinidad de cosas para una infinidad de personas; artista, esposa, maestra, hermana, filósofa, ciudadana, amiga, cuidador, cocinera, jardinera, un chamana, vecina. Y ella desempeña todos esos papeles con la mayor sinceridad. Con la mayor integridad. Sin mucha palabrería. Sólo Norma.
Deb se apoya en Norma en el sofá y se lamentan de que nunca viajamos juntos a Nueva Orleans como habíamos soñado. "Nunca lo hicimos", Norma está de acuerdo firmemente. "Pero ...", dice ella con una sonrisa y una chispa en sus ojos, "... si ustedes llevan a David al Café Du Monde, iré allí con ustedes". Y ella lo dice en serio. Y lo creo. Ambos hemos visto fantasmas en ese barrio. Es algo que compartimos. Y creo que un día, Deb, Dave y yo nos sentaremos allí junto al imponente Mississippi con cuatro beignets (pastelitos) y cuatro tazas de café chicory, y Norma se nos unirá ahí puntual.