Truth Be Told/La verdad sea dicha

by Jay McAdams

“We hold these truths to be self-evident: that all men are created equal; that they are endowed by their Creator with certain unalienable rights; that among these are life, liberty, and the pursuit of happiness.” Thomas Jefferson

When Thomas Jefferson sat down at his small desk in a rented second-floor parlor in Philadelphia to draft the Declaration of Independence, truth was clearly on his mind. “We hold these truths to be self-evident”, he began, never imagining that a couple of centuries later his country would have devolved into a “post-truth society”. He’d surely be rolling over in his grave at Monticello to know that in the 21st century our citizens would not even agree on basic truths, like whether Russia is a friend or an enemy. The great Jefferson would certainly have put his head in his hands to learn that Americans in 2017 would not understand the difference between “alternative facts” and real facts.

 

Like it or not, this is where we find ourselves today. The truth seems to be on the endangered species list, at a time when even the endangered species list itself is now endangered as our government works to eliminate its protections. The truth is even more endangered today in the good old U.S. of A. than its mascot, the bald eagle. Red states and blue states have polar opposite versions of what is true. Truth resides only on our smart phones now and morphs, post by post, into whatever we want it to be.

Enter LIVE theatre! Yes, this 2500 year-old art form is one of the lights that will guide us out of this darkness. No, not by taking political sides, per se, but in helping people find the truth. Not the political truth, but the human truth. If there’s one place where truth still exists in divided red state/blue state 2017 America, it’s on the stage. I know what you’re thinking; “But nothing on the stage is real, it’s all fake.” Well yes and no. While it is true that theatre’s truth is mostly fiction, what makes it compelling is when the audience feels a truthful moment. Theatre that you don’t believe is just... silly, a waste of time. If you don’t believe it, then you don’t really care. The magic happens on stage when you empathize with the characters. When you empathize, when you care about the story in front of you, then you will be uplifted and you will feel it. And when you feel emotion collectively, in a group, then those feelings are amplified. It’s much more fun to watch a funny movie with an audience than at home on Netflix. While the latter may be more convenient, nothing can beat the experience you have when you watch that movie or play with others and hear a crowd laugh or applaud. It’s greater than the sum of its parts. And today we need that collective experience more than ever.

Empathy, or the lack thereof, is at the heart of our crisis of truth. Because if you don’t care what others are feeling, then only your point of view has value. And that’s where we are today, thanks in part to technological advances that have us all communicating in a bubble of denial. Live theatre is an antidote to this digital divide because it is all about humanity and empathy. Truth is the underlying principle of live theatre. The Ancient Greeks had a law that only theatre-goers could be elected to the Senate because they knew that the theatre provided truth, whether through metaphor or satire. Truth is always just beneath the surface in live theatre, and it’s what theatre audiences ultimately seek. Not because theatre tells you the truth, but because it provokes you to think for yourself, to find the human truth. So it is precisely in times like these, when truth is being challenged so blatantly, when we need theatre most.

I’m under no delusion that a single play or a single theatre can heal the gaping wounds that are hemorrhaging across our country today. But I also have no doubt that live theatre will indeed be one of the medicines that help some of our citizens begin to heal with a healthy dose of empathy. Imagine if more Americans were theatre-goers, like the ancient Greeks. Imagine if our government actually paid its citizens to attend live theatre, as did the ancient Greeks. Imagine the empathy in our country today if the same huge crowds that fill our sports stadiums also filled our theatres. Theatre is about caring. And even though, like castor oil, theatre may seem a bit archaic, just imagine how we could cure our symptoms of rage and hostility if more of us would medicate our souls with a spoonful of empathy. Theatre may be ancient, but it’s still good medicine.

 

 

por Jay McAdams

"Nosotros sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: Que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador con ciertos derechos inalienables; que entre ellos se encuentran la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". Thomas Jefferson

Cuando Thomas Jefferson se sentó en su pequeño escritorio en un salón alquilado en el segundo piso en Filadelfia para redactar la Declaración de Independencia, la verdad estaba claramente en su mente. "Creemos que estas verdades son evidentes", comenzó, sin imaginar que un par de siglos más tarde, su país se habría de convertir en una "sociedad post-verdad". Seguramente estaría dando vueltas en su tumba en Monticello al saber que en el siglo XXI nuestros ciudadanos ni siquiera estarían de acuerdo en verdades básicas, como la de si Rusia es un amigo o un enemigo. El gran Jefferson sin duda habría puesto su cabeza en sus manos al saber que los estadounidenses en el 2017 no entenderían la diferencia entre "hechos alternativos" y hechos reales.

 

Nos guste o no, aquí es donde nos encontramos hoy. La verdad parece estar en la lista de especies en peligro de extinción, en un momento en que incluso esa misma lista de especies está ahora en peligro ya que nuestro gobierno trabaja para eliminar sus protecciones. La verdad es aún más amenazada hoy en los viejos y buenos E.U. de A. que su mascota, el águila calva. Los estados rojos y los estados azules tienen versiones polarizadas de lo que es la verdad. La verdad reside ahora sólo en nuestros teléfonos inteligentes y se transforma, comentario tras comentario, en lo que nosotros deseamos que sea.

¡Venga al TEATRO! Sí, esta antigua forma de arte de hace 2500 años es una de las luces que nos guiará en esta oscuridad. No, no tomando lados políticos, por supuesto, sino ayudando a la gente a encontrar la verdad. No la verdad política, sino la verdad humana. Si hay un lugar en los estados rojos y azules de América del 2017, donde la verdad todavía existe, ese es en el escenario. Sé lo que estás pensando; "Pero nada en el escenario es real, todo es falso." Bueno, sí y no. Si bien es cierto que la verdad del teatro en su mayor parte es ficción, lo que convence o cautiva es cuando el público experimenta un momento de verdad. Un teatro en el que no crees es simplemente... tonto, una pérdida de tiempo. Si no lo crees, entonces realmente no te importa. La magia sucede en el escenario cuando empatizas con los personajes. Cuando usted empatiza, cuando usted se interesa en la historia que sucede frente a sus ojos, entonces su espíritu se elevará y lo sentirá. Y cuando se siente la emoción colectivamente, en un grupo, entonces esos sentimientos son amplificados. Es mucho más divertido ver una película cómica con una audiencia que con Netflix en casa. Mientras que este último puede parecer más conveniente, nada supera la experiencia que se tiene cuando uno ve una película o una obra con otros, escuchando a una multitud reír o aplaudir. Es mucho más grande que la suma de sus partes. Y hoy más que nunca, necesitamos esa experiencia colectiva.

La empatía, o la falta de ella, está ahora en el corazón de nuestra crisis sobre la verdad. Porque si no te importa lo que otros están sintiendo, entonces sólo tu punto de vista tiene valor. Y ahí es donde estamos hoy, gracias en parte a los avances tecnológicos que nos tienen a todos comunicándonos en una burbuja de negación. El teatro es un antídoto para esta brecha digital porque se trata de humanidad y empatía. La verdad es el principio subyacente del teatro. Los antiguos griegos tenían una ley que sólo los asistentes al teatro podían ser elegidos para el Senado porque sabían que el teatro proporcionaba la verdad, ya fuera a través de la metáfora o la sátira. La verdad siempre está por debajo de la superficie en el teatro, y es lo que finalmente busca su audiencia. No porque el teatro te diga la verdad, sino porque te provoca para que pienses por ti mismo y encuentres la verdad humana. Así es precisamente, en tiempos como estos, cuando la verdad es desafiada tan descaradamente, cuando más necesitamos el teatro.

Bajo ninguna circunstancia dudo que una sola obra o un solo teatro puede sanar las heridas abiertas que están sangrando hoy en todo nuestro país. Así como tampoco tengo ninguna duda de que el teatro será de hecho, uno de los medicamentos que ayuden a algunos de nuestros ciudadanos para empezar a sanar con una dosis saludable de empatía. Imagínese si más estadounidenses fueran espectadores de teatro, como los antiguos griegos. Imagínese si nuestro gobierno realmente pagara a sus ciudadanos para asistir al teatro, al igual que los antiguos griegos. Imagine la empatía en nuestro país hoy, si las mismas multitudes que llenan nuestros estadios deportivos también llenaran nuestros teatros. Al teatro le importa la gente. Y aunque, como el aceite de ricino, el teatro puede parecer un poco arcaico, imagínese si pudiéramos curar nuestros síntomas de rabia y hostilidad con tan solo medicar nuestras almas con una cucharada de empatía. El teatro puede ser antiguo pero sigue siendo una buena medicina.