Of the Landed Gentry
24/Seven24th STreet Theatre NewsJuly 24th, 2014 |
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Of the Landed Gentry by Jay McAdamsNews travels fast on the streets. The coroner hadn’t even arrived yet when a sobbing neighborhood drunk stumbled into our lobby Monday to tell us that Papa Willie had died. “Show me”, I said, needing more proof. He led me to the parking lot next to the park, just a block south of the theatre, where two police cars were sitting with their lights off. I asked the cops if it was Papa Willie who had died in that lot, and they confirmed it. I explained to them that he was loved in this neighborhood because he was a true gentlemen. They didn’t know Willie, so it seemed important to let them know that he mattered, that he wasn’t just another vagrant under that sheet in a parking lot, and that he was cared for. “He has kids in Louisiana”, I said, and the cop scribbled in his little pocket notebook. “He was a College basketball star back in the day.” I went on. “A very sweet man.” I had hoped secretly that somehow my little theatre could save Willie, not with a show of course, but by helping him get off the street. We gave him pants from our costume racks when his were ruined, and food, and respect. I once called the Executive Director of a homeless mission and got Willie a bed, but Willie wouldn't go. So many nights I stopped to talk to him before I climbed into my middle class car and felt horribly guilty as I drove out of our parking lot headed for my middle class house, while Willie was left to sleep on the ground like an animal. Many times I thought about physically putting him in my car and driving him to my house, but the real world crept into my head and told me all the reasons why I shouldn’t. It wouldn't solve anything, I told myself. I once instructed my staff during a meeting to put their heads together to find a way to get Willie off the streets, but we just sat staring at each other because we all knew that homelessness is complex and not something you can just solve with good intentions. Damn it. Damn it. Damn it. I stood in a haze on the corner near a handful of neighborhood drunks who were grieving their fallen comrade with loud wailing and hands reached up to the sky, as if trying to pull Willie back down to the concrete he knew so well. A new merchant came out of his store to scold them for their antics and they turned to him and declared “Papa Willie is dead!” But those words meant nothing to him and he went back inside. I noticed that the purple blooming jacaranda trees in front of his newly refurbished building had been chopped to the ground. To the ground. Don’t these merchants care about the neighborhood at all, I thought? My eyes scanned the storefronts looking for some like-minded people who might care about Willie’s passing. I looked across Hoover at the successful restaurants and bars that the USC students love so much and wondered where these entrepreneurs were. Why were they not standing beside me and the neighborhood drunks while we sat shiva for this lovely man? Because they didn’t know Willie, I realized. He didn’t buy their expensive lattes and chardonnays and it never occurred to them to give Willie a bite of the food they were throwing away. They’re not bad people, they are just in business to make money, that’s what they do. So it made sense that they were unaware. But it also made sense that I was aware, hyperaware, as I stood with these broken neighborhood fixtures while they howled at the God who had taken their friend and failed them yet again. Non-profit work is filled with emotion and fueled by dreams of a better world. That’s what we do. I went back to the cop feeling the need to set the record straight, somehow. “His name is Gentry”, I said, waiting for the irony to hit him. But it never did. He just stared at me. “Gentry,” I said again, “His name is William Gentry.” De la Aristocracia Terrateniente por Jay McAdams Las noticias vuelan en las calles. Ayer lunes, el forense ni siquiera había llegado todavía cuando uno de los borrachitos del barrio entró tropezando en el “lobby” para decirnos entre sollozos que Papa Willie había muerto. "Muéstrame", le dije, ya que necesitaba más pruebas para creerlo. Él me llevó al estacionamiento al lado del parque, a sólo una cuadra al sur del teatro, en el que dos patrullas de la policía estaban estacionadas con sus luces apagadas. Le pregunté a los policías si era Papa Willie el que había muerto en ese lote, y me lo confirmaron. Les expliqué que era muy querido en este barrio porque era en verdad un caballero. Ellos no sabían de Willie, por eso me pareció importante hacerles saber que nos importaba. Que el que estaba bajo las sábanas ahí en el estacionamiento no era solo un vagabundo más, sino que era alguien de quien nosotros estábamos al pendiente. "Tiene niños en Louisiana", le dije, y el policía lo escribió en su pequeña libreta de bolsillo. "Él fue una estrella del baloncesto de la universidad en su época." Continué. "Un hombre muy dulce." Secretamente, yo tenía la esperanza de que de algún modo mi pequeño teatro podría salvar a Willie, no con una obra de teatro, por supuesto pero si, ayudándole a salir de la calle. Le dábamos pantalones de nuestro cuarto de vestuario cuando se le arruinaban los suyos, le dábamos alimento y sobre todo, respeto. Una vez llamé a la Directora Ejecutiva de una misión para gente sin hogar y le conseguí una cama pero Willie nunca fue. Muchas noches paré a hablar con él antes de subir a mi camioneta de clase media y me sentía terriblemente culpable cuando salía del estacionamiento rumbo a mi casa de clase media, mientras que Willie se quedaba a dormir en el suelo como un animal. Muchas veces pensé en ponerlo físicamente en mi coche y llevarlo a mi casa, pero la realidad del mundo se metió en mi cabeza y me dijo todas las razones por las que no debería hacerlo. No solucionaría nada, me dijo. Una vez le di instrucciones a mi personal durante una reunión para que juntos, encontráramos una manera de poner a Willie fuera de las calles, pero nos quedamos mirando el uno al otro, porque todos sabíamos que la falta de vivienda es algo complejo y no es algo que sólo pueda resolverse con buenas intenciones. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! Permanecí en la esquina con la cabeza entre neblinas, cerca de un puñado de borrachitos del barrio que estaban lamentándose en voz alta por su compañero caído y levantando las manos al cielo como tratando de alcanzar a Willie y bajarlo de nuevo a ese piso de concreto que conocía tan bien. Un comerciante nuevo salió de su tienda para reprenderlos por sus “payasadas” y se volvieron hacia él diciéndole: ¡Papa Willie está muerto! Pero esas palabras no significaban nada para él, y volvió a entrar. Me di cuenta de que las jacarandas moradas que florecen frente a su edificio, recientemente reformado, habían sido tiradas al suelo. Si, al suelo. ¿Estos son los comerciantes que se preocupan por el barrio, me pregunté? Mis ojos recorrieron las tiendas en busca de algunas personas con ideas afines a las mías que podrían estar preocupadas por la muerte de Willie. Miré a través de Hoover en los restaurantes y bares exitosos que los estudiantes de la USC aman tanto y me pregunté ¿Dónde están estos empresarios? ¿Por qué no se unieron a los borrachitos del barrio y mío y se sentaron junto a nosotros como La Shivá judía en busca del consuelo y rindiendo homenaje póstumo a este hombre encantador? Quizá porque ellos no lo conocían, me contesté. El no les compraba sus lattes y Chardonnays caros y tampoco nunca se les ocurrió darle a Willie un bocado de la comida que tiraban. Y no es que sean malas personas, es solo que ellos están en el negocio de hacer dinero, y eso es lo que hacen. Así que tenía sentido que no hubieran tenido conocimiento. Así como también tenía sentido que yo si fuera consciente, híper consciente, mientras permanecía de pie junto a sus amigos en desgracia, que aullaban de dolor, reclamándole a su Dios, porque se había llevado a su amigo y porque les había fallado una vez más. El trabajo de las instituciones sin fines de lucro está lleno de emociones y se alimenta de sueños por un mundo mejor y eso es lo que nosotros hacemos. Volví con los policías porque sentí la necesidad de aclarar las cosas de alguna manera. "Su nombre es Gentry", le dije, esperando que la ironía lo golpeara, ya que Gentry en ingles significa Aristocracia. Pero nunca la entendió. Él sólo me miró. "Gentry," dije de nuevo: "Su nombre es William Gentry." |
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