Child's Play in Washington/Una obra para niños en Washington
Last week’s events in Washington made me think of children’s theatre. No matter who you voted for, you probably noticed that as the House of Representatives wrestled with health care last week there were many puppeteers at work. There were no shortage of villains and heroes, though Americans are at odds as to which group is playing which role. But mostly there was a lot of patronizing going on! Politics, like children’s theatre, suffers from a lack of straight talk. Politicians are terrified of speaking the truth because it might get them into trouble with their constituents while children’s theatre artists are often afraid to talk straight to young audiences because it might get them into trouble with the parents or schools who buy the tickets. An upset child in the front row is as scary to a Theatre for Young Audiences artist as is an irate voter to an elected official. An angry parent or school principal is an existential threat to a theatre or producer just like a screaming town hall meeting is for a congresswoman.
Last week’s health care debate simply could not have been more disingenuous. There was a not a shred of truth or substance to be found in Washington last week amid the vote-counting and sabotaging on both sides. Imagine what a different country we’d have if the pitiful liars in Congress worked together in good faith to serve the best interest of the people instead of pursuing their own political self-interest.
While this dishonesty is a terrible state of affairs for our country, the lack of straight talk in Washington has actually informed our work at 24th STreet in a great way over the years. We are unique in the TYA world for talking straight to young audiences. No, we are not the only ones, to be sure. But those of us in the national field of TYA who dare to do rigorous, challenging theatre for young audiences are few and far between. Why? Let’s face it, it’s risky to do sophisticated theatre for young audiences. Parents don’t think twice about taking their kids to a poignant Pixar film for family audiences, but a live show with the same emotional wallop usually takes some arm-twisting for parents. It’s risky. But we’ve found in our 30 years in the TYA field, that young audiences and their parents truly appreciate sophisticated theatre that they can share together. They appreciate it when the art reflects the complexity of everyday life. We’ve found that young audiences appreciate not being talked down to, just as voters appreciate it when politicians don’t pander.
We are proud to be one of the few TYA theatres in the country where adults often outnumber kids in the audience. While of course we want kids to see the work, to us, the fact that adults often come unaccompanied by minors, is a feather in our cap. It tells us that the work, even a traditional children’s tale like Hansel & Gretel, is real enough and provocative enough to engage adult theatre goers. And we believe strongly that if a show doesn’t make an adult audience lean forward, then it’s not good enough for kids. And that standard has served us well. Our shows have won awards for Best Production and Production of the Year, not in the Children’s Theatre category, but while competing alongside theatrical productions for adults. We compete in a grown up world. And that’s fine with us because we create theatre for all ages. Yes, it’s magical and whimsical, and has themes for young audiences, but it is always grounded in enough truth to sate adult audiences too.
Whistling past the graveyard about health care and other real life issues may be the rule in Washington, but on the stage it is imperative that we stop whistling long enough to peer deeply through the fence of that cemetery. That’s where the stories are. That’s where the history and life lessons are. That’s where the real drama is. That’s where the truth lies. And that truth is the active ingredient to making art that provokes and makes you feel. That is the role of excellent art in our society. And we take our responsibility to create serious art seriously. Especially in a time where truth is under fire, both on and off the stage.
Los acontecimientos de la semana pasada en Washington me hicieron pensar en el teatro para niños. No importa por quién votó, usted probablemente se dio cuenta de que mientras la Cámara de Representantes luchaba con la reforma del Cuidado de la Salud (Health Care) la semana pasada, había muchos titiriteros trabajando. No había escasez de villanos y héroes, aunque los estadounidenses no se ponen de acuerdo en cuanto a qué grupo está jugando qué papel. Pero sobre todo había un montón de "politiquería". La política, como el teatro infantil, sufre de una falta de conversación directa. Los políticos están aterrorizados de hablar la verdad porque podrían meterse en problemas con sus electores, mientras que los artistas de teatro para niños a menudo tienen miedo de hablar directamente al público joven, ya que podría meterlos en problemas con los padres o las escuelas que compran los boletos. Un niño molesto en la primera fila es tan aterrador para un actor de Teatro para Audiencias Jóvenes, como lo es un votante furioso a un funcionario electo. Un padre o director de escuela enojado es una amenaza existencial para un teatro o un productor, al igual que una reunión del ayuntamiento gritando, lo es para una congresista.
El debate de la semana pasada sobre la reforma del Cuidado de la Salud, simplemente no podría haber sido más falso. No había una pizca de verdad o sustancia que pudiera encontrarse en Washington en medio del escrutinio y el sabotaje de ambas partes. Imagínese qué país diferente tendríamos si estos miserables mentirosos del Congreso trabajaran juntos y de buena fe para servir a los mejores intereses del pueblo en lugar de perseguir su propio interés político.
Si bien esta deshonestidad es un estado terrible para nuestro país, la falta de conversación directa en Washington ha dado un sentido de verdad a nuestro trabajo en el Teatro 24 a lo largo de los años. Somos únicos en el mundo de TYA para hablar directamente al público joven. Bueno, seguramente no somos los únicos, pero somos muy pocos y distantes entre si, aquellos que como nosotros, en el ámbito nacional de TYA (Teatro para Público Joven) se atreven a hacer un teatro riguroso y desafiante para un público joven. ¿Por qué? Hay que aceptarlo, es muy arriesgado hacer teatro sofisticado para el público joven. Los padres no piensan dos veces acerca de llevar a sus hijos a una película de Pixar conmovedora para el público familiar, pero a una función de teatro con el mismo golpe emocional por lo general, los padres la piensan dos veces. Es arriesgado. Pero nosotros hemos encontrado en nuestros 30 años en el campo de TYA, que el público joven y sus padres realmente aprecian el teatro sofisticado que pueden compartir juntos. Ellos aprecian cuando el arte refleja la complejidad de la vida cotidiana. Hemos descubierto que el público joven aprecia si no lo subestimas, al igual que los votantes aprecian cuando los políticos no pander.
Estamos orgullosos de ser uno de los pocos teatros TYA en el país donde los adultos a menudo superan a los niños en la audiencia. Por supuesto que queremos que los niños vean el trabajo pero el hecho de que los adultos vengan a menudo solos, sin niños, es como una pluma en nuestro sombrero. Nos dice que el trabajo, incluso en un cuento para niños y tradicional como Hansel & Gretel, es lo suficientemente real y provocativo como para atraer a los asistentes adultos al teatro. Y creemos firmemente que si un programa no hace que un público adulto asista y se entretenga, entonces no es lo suficientemente bueno para los niños. Y ese estándar nos ha servido bien. Nuestros espectáculos han ganado premios a Mejor Producción y Producción del Año, no en la categoría de Teatro pana niños, sino compitiendo junto a producciones teatrales para adultos. Competimos en un mundo adulto. Y eso es algo bueno para nosotros porque creamos teatro para todas las edades. Sí, es mágico y caprichoso, y con temas para público joven, pero siempre está fundado en una verdad suficiente como para saciar al público. Hacerse tontos chiflando por el cementerio acerca de la reforma del Cuidado de la Salud y otras cuestiones de la vida real es ahora la regla en Washington, pero en el escenario es imperativo que dejemos de chiflar para mirar a través de la cerca de ese cementerio porque ahí es donde están las historias. Ahí es donde la historia y las lecciones de vida pasan. Ahí es donde está el drama real. Ahí es donde está la verdad. Y esa verdad es el ingrediente activo para hacer un arte que provoque y te hace sentir. Ese es el papel de un excelente arte en nuestra sociedad. Y tomamos nuestra responsabilidad de crear arte serio en serio. Especialmente en un tiempo donde la verdad está en peligro, tanto dentro como fuera del escenario.