Hear This
300 Million Shades of Gray
by Jay McAdams
Words matter. Ask any playwright. We’re seeing the effect of words inciting hatred... in Dallas, in Orlando, in Minnesota, in our presidential election, on Facebook. A century ago only the elite had the ability to publish words, but now everyone with a cell phone has that power. And while this is a liberating development on one hand, it has clearly helped divide us too. We are all so clear about right and wrong as we post about the new injustice of the moment, whether something as banal as a rude barista at Starbucks or as serious as the killing of an African American man on a routine traffic stop. Our opinions nowadays are more righteous than ever before. Black or white. You’re either with me or against me.
In this second summer of the ‘60’s that is playing out now a half century later, this black or white mentality (and I’m not talking about race) has unleashed the worst in us. The ability to communicate instantly and selectively and to stay isolated in one circle of thought is a real problem. The successful recruiting of raging suburbanites by ISIS is evidence of that. The hateful rhetoric on the campaign trail is evidence that people now feel free to shout from the rooftops things they wouldn’t have dared to say in the public square even a year ago. We are more entrenched in our positions than ever before. We have stopped listening, because it’s so much easier to tweet. It’s so much more satisfying to post your rage at all the world’s injustices than to be thoughtful and truly try to see complex problems from all sides.
But it’s not a black or white world. That would be so easy. This week’s ambush in Dallas is a perfect example. The Black Lives Matter rally in Dallas was peacefully and justifiably reacting to the latest awful police shootings in Minnesota and Louisiana. Yet at least one lunatic with a gun used the passionate rhetoric about racial injustice as the motivator to “kill white cops”. Black and white. Good and evil. But most of us, I believe, live in the gray area where of course racial injustice needs urgent action AND at the same time cops should not be targeted. But that’s a nuanced position in this time when we’re deeper in our corners than ever before. That’s a complex thought that requires more than 140 characters. To feel both for and against cops or to feel rage and grief simultaneously is indeed complex. Most big problems in this world are morally ambiguous. Look at the Palestinian and Israeli dilemma. In what is shaping up to be one very hot summer, hopefully we can find the pause button, and check our righteousness at the door, and use our words responsibly, and most importantly...remember how to listen. If we can remember how to listen, we just may hear more than the clicking of thumbs. We may hear other points of view. We may hear our brothers and sisters. We may hear the better part of ourselves again.
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300 Millones de Tonos de Gris
por Jay McAdams
Las palabras importan. Pregúntele a cualquier dramaturgo. Estamos viendo el efecto de las palabras que incitan al odio... en Dallas, en Orlando, en Minnesota, en nuestra elección presidencial, en Facebook. Hace un siglo, solamente la élite tenía la capacidad de publicar palabras, pero ahora todo el mundo con un teléfono celular tiene ese poder. Y si bien esto es un desarrollo liberador por un lado, también ha ayudado claramente a dividirnos. Todos estamos muy claros acerca de lo que es correcto o incorrecto cuando subimos a Facebook algo sobre cualquiera que sea la injusticia del momento; ya sea algo tan banal como un empleado grosero en Starbucks o tan grave como la muerte de un hombre afroamericano en una parada de tráfico rutinaria. Nuestras opiniones son hoy en día más justificables que nunca. Negro o blanco o estás conmigo o contra mí.
En este segundo verano de la década de los 60's que está pasando ahora, medio siglo despues, esta mentalidad de negro o blanco (y no estoy hablando de raza) ha desatado lo peor en nosotros. La capacidad de comunicarse al instante y de forma selectiva y permanecer aislados en un círculo de pensamiento es un problema real. El reclutamiento exitoso en los enardecidos suburbios por ISIS es evidencia de ello. La retórica de odio en la campaña electoral es evidencia de que la gente ahora se siente libre para gritar a los cuatro vientos las cosas que no se habrían atrevido a decir en la plaza pública hace un año. Estamos más arraigados que nunca en nuestras posiciones. Hemos dejado de escuchar, porque es mucho más fácil "tuitear". Es mucho más satisfactorio publicar nuestra rabia por todas las injusticias del mundo. Mucho más fácil que ser reflexivo y realmente tratar de ver los problemas complejos por todos lados. Pero no es un mundo de color negro o blanco. Eso sería muy fácil. La emboscada de esta semana en Dallas es un ejemplo perfecto. El rally de "Black Lives Matter" (Las vidas de la raza negra importan) en Dallas fue pacífica y justificable, reaccionando a las últimas y terribles balaceras de la policía en Minnesota y Louisiana. Sin embargo, siempre hay un loco con una pistola que utiliza la retórica apasionada de la injusticia racial como el motivador para "matar policías blancos". Blanco y negro. Bien y mal. Pero la mayoría de nosotros, creo, vive en el área gris (ni blanco, ni negro), donde, por supuesto, la injusticia racial necesita una acción urgente y al mismo tiempo creen que los policías no deben ser señalados.
Pero eso es una posición matizada en este momento en que estamos más que nunca, profundamente metidos en nuestras esquinas. Ese es un pensamiento complejo que requiere más de 140 letras. Sentir ambas cosas, a favor o en contra de los policías; o rabia y tristeza al mismo tiempo, es realmente complejo. La mayoría de los grandes problemas en este mundo son moralmente ambiguos. Mira el dilema entre Palestina e lsrael. En lo que se perfila para ser un verano muy caliente, espero que podamos encontrar el botón de pausa, y comprobar primero si estamos siendo justos, si estamos usando nuestras palabras con responsabilidad, y lo más importante... escuchar. Si escuchamos, podremos oír más allá que solo el chasquido de nuestros pulgares. Podremos escuchar otros puntos de vista. Podremos escuchar a nuestros hermanos y hermanas. Podemos escuchar que buena parte de nosotros mismos de nuevo.